lunes, 15 de junio de 2009

Características Emocionales y Conductuales.


Características emocionales y conductuales

Otra característica psicológica importante a considerar en un niño con DAL, son las características emocionales y conductuales.
Un rasgo asociado a la dislexia, es un problema secundario de ansiedad, que puede manifestarse de muy diversas maneras. El niño puede ponerse nervioso y reservado, o muy agresivo y «beligerante» (Thomson, 1984). Estas dificultades pueden dar lugar a tensiones en el seno de la familia, especialmente si hay un hermano menor que si tiene éxito en la escuela (Thomson, 1984). El muchacho puede resentirse de ello, trasladando esa tensión a su relación con los hermanos (Thomson, 1984).
La adquisición del lenguaje puede ser un proceso generador de angustia para muchos niños, ya que en torno al niño se centran muchas presiones tendentes a que alcance el éxito, y que proceden tanto de la escuela como del hogar (Thomson, 1984). Las dificultades de los disléxicos incluyen al niño de ocho años ansioso, infeliz y desatendido por sus profesores; a los muchachos de 12 o 13 años con trastornos conductuales que son remitidos al servicio de psicología de la escuela para su tratamiento; al llamado «analfabeto al terminar en colegio» descrito por el Departamento de Empleo; al estudiante frustrado de ciencias, ingeniería o medicina, incapaz de poner por escrito su correcto razonamiento; al paciente de un hospital psiquiátrico masculino, de entre 30 a 40 años, en cuyas crisis se rastrea una incapacidad para leer y escribir; y a la alta proporción de analfabetismo entre los delincuentes juveniles de los establecimientos penales (Thomson, 1984).
Las reacciones conductuales secundarias comienzan a desarrollarse cuando el niño empieza a «fallar» (Thomson, 1984). El niño es vulnerable en su trabajo escolar, pero también en su desarrollo social, emocional y personal (Thomson, 1984). Muchas veces se considera que estas reacciones son un factor causal, pero suele ser difícil establecer relaciones de causa-efecto (Thomson, 1984).
Las observaciones clínicas de las reacciones de stress tienden a clasificarse en dos categorías: «sub-reacciones» y «sobre-reacciones» (Thomson, 1984). En las primeras el niño se aísla y manifiesta una ansiedad extrema (Thomson, 1984). El concepto que tienen de si mismos es muy bajo y se generaliza a todos los aspectos de su vida, considerándose fracasados, ineptos y generalmente inútiles. Frecuentemente se produce una regresión del comportamiento a formas más inmaduras, tales como mojar la cama, chuparse el dedo, mostrar dependencia, etc (Thomson, 1984). El colegio genera un enorme stress que el niño trata evitar, apareciendo trastornos psicosomáticos (Thomson, 1984). Los padres suelen hablar de los llantos y el agotamiento emocional al final de la jornada (Thomson, 1984). También puede hacer su aparición la depresión con sus debilitadores efectos asociados (Thomson, 1984). El segundo tipo de reacción se observa en los niños que «sobrecompensan». La investigación clínica revela profundas ansiedades. En estos casos el individuo intenta compensar su fracaso buscando el «éxito» en otras áreas, consiguiendo popularidad o atención gracias a su conducta desordenada en clase, en muchos casos, ésta le conduce a convertirse en el «gracioso» de la clase, escondiendo su fracaso bajo una actitud despreocupada y un comportamiento necio (Thomson, 1984). En otros casos le lleva a ser agresivo con los otros chicos, otros niños van a mostrar un comportamiento aún mas extremo, como robar, faltar a clases, constantes agresiones y un rechazo de todo el sistema escolar y de cualquier autoridad (Thomson, 1984). La consecuencia puede ser una actitud hostil hacia la sociedad. Los muchachos mayores pueden llegar a desarrollar graves patrones de delincuencia (Thomson, 1984). El niño se siente desbordado por sus conflictos personales y el interés por aprender a leer queda en un segundo lugar, por lo tanto, es necesario que se observe y analice su capacidad de adaptación y requerimientos afectivos y las actitudes que manifiesta (D.D.A. “Asociación de padres de niños con dislexia y otras dificultades de aprendizaje”, 1994).
Deberíamos entonces prestar una especial atención a aquellos niños que les cuesta aceptar la separación del medio familiar y concretamente de la madre, manifestado en llantos y rabietas frecuentes; aquellos que muestran una reiterada rebeldía para cumplir las instrucciones que se les dan, a la vez que una dificultad personal excesiva para aceptar demoras de atención o expresen descontrol emocional cuando algo no sale como debería. También se le debe prestar atención a aquellos niños que se mantienen aislados de las actividades de grupo (recreos, clases, etc) y les cueste comunicarse con el profesor, y no realizan juegos simbólicos ni siquiera cuando se les estimula para ello; aquellos que no hayan desarrollado hábitos de limpieza y no sean capaces de pedir permiso para ir al baño (3 años); a los 6 años continúan con un monologo al realizar sus actividades, no pueden realizar ejercicios simples de relajación y les cuesta consolidar el sueño. Por último los que tienden a jugar en lugar de realizar las actividades de clases, esta actitud se debería a una falta de conciencia de los límites de las situaciones (D.D.A, 1994).

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